sábado, 17 de julio de 2010

Luz, cámara, amor.

Y la sabiduría no sabe nada si no es entendida.

Ella.
Encontró tres cosas, en realidad dos. Reformulo: encontró dos cosas. Obvias para algunos, idiotas para otros, secretas para pocos. Aún así, encontró dos cosas que nunca pensó que iban a importar.
En los primeros años vio todo su mundo desde el centro del escenario, era la directora, la sonidista, iluminadora y directora. En el cartel estaba su foto y su nombre en neón. Era un gran unipersonal hermoso, pero tan solitario... Dicen tantas cosas sobre el éxito que ya no se sabe qué creer. Dicen que es un Grammy, un Times Square, una Avenida Corrientes o el bar de la esquina. Hablan y hablan y hablan. Nunca escuchan. No me malentiendan, ella no quiere ser escuchada, no sabe nada. Quiere que se escuchen a ellos mismos. Su corazón, sus ideas, sus deseos. Escuchen sus sueños. ¿Qué importa si tu sueño es un Oscar o poder cantarle una canción? Cualquier sueño es un tesoro si se lo respeta.
Un día abrió su teatro y dejó entrar espectadores... todo cambió por completo. Se dio cuenta que lo que le transmitían desde las butacas modificaba su actuación, modificaba su ser. Pero algo se sentía equivocado, todavía estaba sola en el escenario. Buscó entre el público y encontró un montoncito de oro en polvo. Personas que brillaban más que su reflector. Y después de mucho tiempo, mucho debate, muchas lágrimas e ironías, una a una las dejó subir. El espectáculo tomó color, todo cambió, para siempre. Y en ese elenco encontró sus otros dos sueños, dos ignorados, dos que nunca pensó que importarían, encontró dos sueños que hoy son indispensables.
Se bajó del escenario, porque cada tanto hay que darle espacio a otras obras y aplaudir desde abajo. Se dio cuenta que ese primer sueño, tan grande, tan ambicioso, no es nada si los otros dos nunca se cumplen. Y esos dos no son tan lejanos, están tan cerca aunque a veces sin queres los pueda alejar. Hoy entendió que son sueños que respetan y no exigen, sueños donde no tiene que ser la estrella, solamente tiene que ser y dejar ser.
Un día, de repente no hubo función y por primera vez la protagonista debió salir del teatro y ver la calle, la realidad. Se sorprendió, le dolió, todo se desmoronaba. ¿Dónde estaba? Se sentía perdida, no podía volver a encontrar su teatro, donde se sentía tan segura... Segura... ¿Qué es la seguridad? Tantas personas sufren por su culpa, tantas lastiman. Ella sólo necesitaba estar segura de tres cosas y la vida tomaría su rumbo sola. Pero lo poco que necesitaba no lo podía encontrar en esa nueva realidad y un agujero en el pecho amenazaba con anidar y no irse jamás. Recorrió toda la ciudad, y cuando estaba a punto de renunciar e irse a vivir a su teatro tan vacío hoy, se reflejó en una ventana. Y sólo eso necesitó para encontrar todo lo que buscaba. Se vio la cara y estaba diferente. Estaba más hermosa que nunca, pero su cabello estaba igual, su sonrisa no cambió, sus ojos mantenían el mismo color... había algo en su cara, rastros de algo maravilloso que dejó marcada su mirada. También vio que cómo actuaba y lo que decía no coincidía con esa mirada, esa mirada que no quería perder... Calló. Respiró hondo y esperó, observando su reflejo esperó que alguien prenda las luces de su teatro y ella lo pueda volver a encontrar, para convertirlo en una casa, un hogar que sea el refugio de sus sueños, de esas dos cosas que para siempre, para siempre iba a cuidar.

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