martes, 15 de febrero de 2011

Instrucciones.

El silencio que se escucha no es tristeza, no es bronca, tampoco frustración, es sólo silencio y es mí silencio. Yo lo creé y yo lo elijo. Es fácil de entender.

Dentro de este silencio pueden pasar muchas cosas que no te incumben, cosas que también son mías. Algunas que me gustaría compartir con vos si supieras escuchar. Sólo escuchar. Y para escuchar hay que callarse.

A veces podría pedirte un consejo, porque conozco mis debilidades, porque sólo los idiotas se creen imbatibles. Esto no quiere decir que ganaste la batalla, que al fin tenías razón y soy una cabeza dura que quería estar sola sólo para probar un punto. Esto quiere decir que fui a vos, y te pedí un consejo, no me lo diste sin que yo haya dicho nada. No es lo mismo aconsejar que opinar.

Aunque tus opiniones nazcan con la mejor intención no son necesarias a menos que lo sean. Y creéme, cuando lo sean serás la primera en ser informada.

Me hablás como si supieras realmente de qué se trata. Aunque todos pasemos por lo mismo, todos somos diferentes, y ese patrón que se repite se trata como cada uno puede, como cada uno sabe, como cada uno es. En realidad, lo que quiero decir, es que sé que sabés de qué se trata pero ahora yo quiero saberlo. Y debo aprenderlo sola.

Ese silencio, para vos tan imponente o depresivo, es el ruido de la creación de un mundo totalmente nuevo. Porque el mundo de afuera no tiene nada que ver en esto. Estamos hablando del mundo que yo estoy creando en mi cabeza, un mundo que en el momento correcto voy a empezar a construir fuera de ella. Te pido por favor que entiendas eso, que lo respetes. Que me dejes ser. Todo lo demás es mi trabajo y vos me enseñaste a trabajar duro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario